martes, 28 de mayo de 2013

Mente incrédula

Es lo que me queda luego de recorrer los infinitos pasillos de esta arduo mundo que habitamos. Cuando era pequeña creía que todo era tal y como lo veían mis ojos. El alma crédula se recreaba en aquellas hazañas que los mayores ponían ante una pequeña que absorbía como una esponja cuanta información le venía de los mayores: parientes, profesores, amigos... Y así fue como aquella pequeña crédula se fue haciendo mayor, viendo como aquellos muchachos descendientes de determinadas familias, a las que apenas veías el domingo en misa de doce rodeadas de cierto halo de misterio y boato, nada más hacerse mayores ocupaban un puesto en la Administración: correos, telégrafos, oficinas de la seguridad social, juzgados de los distintos pueblos colindantes... Y tantos y tantos otros que ni siquiera la gente del pueblo sabía que existían como tales organismos. Nada se publicaba, y si lo hacían era igual que el Misterio de la Encarnación, todo el pueblo había oído hablar de él, pero nadie en absoluto estaba seguro de su existencia. Todos aquellos han asumido funciones para las que no estaban ni medianamente preparados, y que a los demás se nos antojaban imposibles. Y así fue como la pequeña crédula se hizo incrédula. Y como ella, y los demás observadores pasaron de tener el mundo en contra a estar contra el mundo.

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