Mente incrédula
Es
lo que me queda luego de recorrer los infinitos pasillos de esta arduo
mundo que habitamos. Cuando era pequeña creía que todo era tal y como lo
veían mis ojos. El alma crédula se recreaba en aquellas hazañas que los
mayores ponían ante una pequeña que absorbía como una esponja cuanta
información le venía de los mayores: parientes, profesores, amigos... Y
así fue como aquella pequeña crédula se fue haciendo mayor, viendo como
aquellos muchachos descendientes de determinadas familias, a las que
apenas veías el domingo en misa de doce rodeadas de cierto halo de
misterio y boato, nada más hacerse mayores ocupaban un puesto en la
Administración: correos, telégrafos, oficinas de la seguridad social,
juzgados de los distintos pueblos colindantes... Y tantos y tantos otros
que ni siquiera la gente del pueblo sabía que existían como tales
organismos. Nada se publicaba, y si lo hacían era igual que el Misterio
de la Encarnación, todo el pueblo había oído hablar de él, pero nadie en
absoluto estaba seguro de su existencia. Todos aquellos han asumido
funciones para las que no estaban ni medianamente preparados, y que a
los demás se nos antojaban imposibles. Y así fue como la pequeña crédula
se hizo incrédula. Y como ella, y los demás observadores pasaron de
tener el mundo en contra a estar contra el mundo.
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