
viernes, 31 de mayo de 2013
Después de lo que embolsaron con las vacunas contra una
gripe A fantasma, pueden esperar a cobrar. Se les supone un remanente. Y si
además dejan de hacer regalos: viajes, cursos... para que les receten sus
productos, entonces podrán esperar una eternidad por el pago de un país cada
vez más empobrecido.
Rescate no, gracias.
Si al final tenemos que pedir un rescate...¿para qué tanto recorte? De qué vale tanto sufrimiento si somos condenados al infierno del endeudamiento perpetuo... ¿Por qué están más interesados el resto de los países, sobre todo Alemania,que nosotros mismos en pedir un dinero que nos hará todavía más pobres.
Si al final tenemos que pedir un rescate...¿para qué tanto recorte? De qué vale tanto sufrimiento si somos condenados al infierno del endeudamiento perpetuo... ¿Por qué están más interesados el resto de los países, sobre todo Alemania,que nosotros mismos en pedir un dinero que nos hará todavía más pobres.
Narco esposas
Las mujeres de los narcos no solo son sus mayores testaferros, sino que además les defienden a muerte. Son como una manada de toros bravos que clavan los cuernos, regalo de sus maridos, en su víctima con la saña del que ve peligrar el alto nivel de vida del que vienen disfrutando. Estos narco-animales no dan nada a cambio de nada. No hacen regalos a los pobres. Y siempre esperan algo de aquel a quien han paseado en sus barcos, o rodeado del lujo de sus mansiones, en cuyas mesas posan los mejores manjares de la fructífera ría de Arousa.
Las mujeres de los narcos no solo son sus mayores testaferros, sino que además les defienden a muerte. Son como una manada de toros bravos que clavan los cuernos, regalo de sus maridos, en su víctima con la saña del que ve peligrar el alto nivel de vida del que vienen disfrutando. Estos narco-animales no dan nada a cambio de nada. No hacen regalos a los pobres. Y siempre esperan algo de aquel a quien han paseado en sus barcos, o rodeado del lujo de sus mansiones, en cuyas mesas posan los mejores manjares de la fructífera ría de Arousa.
miércoles, 29 de mayo de 2013
Sala de espera
Más fría que
ninguna. Las almas se hacinan en un espacio donde los suspiros son la música
ambiental, y el insomnio hace mella en unos cuerpos doloridos que se encogen
para dejar espacio a cuantos allí permanecen a la espera. Una sala sin sillones
adecuados donde descansar unas piernas entumecidas, tras largos días, meses de
espera, que se yerguen pesadamente cuando una fría voz anuncia que en breve se
dará información. El silencio se rompe y las almas se agolpan en el corredor de
la esperanza.
Un pasillo donde los corazones laten descompasadamente a medida que van recibiendo la información. Un pasillo gélido, lugar inadecuado, donde se agolpan los enseres de la institución, y las camas se cruzan pidiendo paso entre los corazones que tratan de asimilar algo que las mentes se empeñan en negar.
Un pasillo donde los corazones laten descompasadamente a medida que van recibiendo la información. Un pasillo gélido, lugar inadecuado, donde se agolpan los enseres de la institución, y las camas se cruzan pidiendo paso entre los corazones que tratan de asimilar algo que las mentes se empeñan en negar.
Un lugar para bien morir
Ayudar a morir es tarea de todos, y no solo de los servicios sanitarios. Es sabido que los cuidados paliativos básicos, como controlar el dolor, pueden ser impartidos en el domicilio por personal especializado, sin necesidad de acudir a un servicio público. El miedo a la muerte colapsa los hospitales; estos se ven impotentes ante enfermos insalvables, crónicos sin esperanza alguna de vida, que acuden a los centros sanitarios en busca de un lugar para morir.Antiguamente los enfermos terminales eran arropados por sus familias en sus propios domicilios, y en su lecho de muerte se apreciaba la paz con la que exhalaban el último suspiro entre sus seres más queridos, lejos de uniformes extraños.
De niña sentía una profunda pena cuando en las películas veía cómo los elefantes se desplazaban a un cementerio para morir. Entonces eran los únicos que, en medio de una profunda tristeza, morían fuera del entorno que había sido su hogar de siempre.
El lugar del otro
O la empatía
de la que carecen muchos políticos, y altos copetes, es lo que nos ha llevado,
en parte, a este mar de lodos en que estamos inmersos casi todos los españoles,
y del que malamente saldremos, agarrándonos a cualquier palo, dentro de muchos,
muchos años.
Quizás ya no
esté para poder verlo, pero antaño pude intuir, como alguno de mis paisanos, la
que nos venía encima. Para ello no hacía falta ser una lumbrera: el corralito
argentino, y la bonanza de aquellos españoles que pasaron de tener un porquiño
a tirar la casa por la ventana. Y que en la puerta de un edificio en el aire
pusieron el coche, y en la guantera el viaje al Caribe que la entidad bancaria
sumó a la hipoteca; todo ello por mil eurillos de nada al mes. Entren señores y
les daremos lo nunca visto, algo así como los duros a cuatro pesetas, rezaba el
cartel de cualquier entidad bancaria. A todas les sobraban los euros. Así, de
la noche a la mañana, pasaron del setenta al cien por cien del préstamo. Y
todos tan contentos.
El pisito...
para qué... Mejor el adosado, y con piscina. No importaba saber nadar, lo bueno
era flotar en la abundancia. El ser fue abducido por el tener. Y este como
fiera hambrienta e insaciable devoró el dinero público custodiado por un
guardián llamado Gobierno, Banco de España..., qué más da, que no tuvo reparos
en quedarse dormido.
Los expertos dicen, ante la oleada de ciudadanos que piden
la separación, que no es bueno que los países
deprimidos de Europa rompan la Unión. Pero muchos piensan que Alemania y sus
compinches nos sangrarán hasta la
muerte, para luego echarnos de Europa porque ya no seremos rentables como
socios. Algo que en mi Galicia se recrea
con esta frase: “Trastos vellos ao fallado”. Pero ellos pueden aplicarse este
otro dicho: “Enghordar para morrer”. Porque tarde o temprano su economía también
se resentirá.
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