miércoles, 29 de mayo de 2013



El lugar del otro
O la empatía de la que carecen muchos políticos, y altos copetes, es lo que nos ha llevado, en parte, a este mar de lodos en que estamos inmersos casi todos los españoles, y del que malamente saldremos, agarrándonos a cualquier palo, dentro de muchos, muchos años.
Quizás ya no esté para poder verlo, pero antaño pude intuir, como alguno de mis paisanos, la que nos venía encima. Para ello no hacía falta ser una lumbrera: el corralito argentino, y la bonanza de aquellos españoles que pasaron de tener un porquiño a tirar la casa por la ventana. Y que en la puerta de un edificio en el aire pusieron el coche, y en la guantera el viaje al Caribe que la entidad bancaria sumó a la hipoteca; todo ello por mil eurillos de nada al mes. Entren señores y les daremos lo nunca visto, algo así como los duros a cuatro pesetas, rezaba el cartel de cualquier entidad bancaria. A todas les sobraban los euros. Así, de la noche a la mañana, pasaron del setenta al cien por cien del préstamo. Y todos tan contentos.
El pisito... para qué... Mejor el adosado, y con piscina. No importaba saber nadar, lo bueno era flotar en la abundancia. El ser fue abducido por el tener. Y este como fiera hambrienta e insaciable devoró el dinero público custodiado por un guardián llamado Gobierno, Banco de España..., qué más da, que no tuvo reparos en quedarse dormido.

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